Autoestima
La autoestima representa la suma de los pensamientos, sentimientos y comportamientos que hacen a la imagen que de nosotros tenemos y de aquello que creemos ser merecedores. Tengamos en cuenta que ésta se ve traducida en la manera de pensar, sentir y decidir, en como nos enfrentamos al mundo y como nos relacionamos con los demás. Dependiendo de cómo sea la valoración hacia nuestro ser, terminará siendo en definitiva, nuestra vida en todos sus aspectos.
Reflejo de mi ser interior
Comienzo aquí con el fragmento de un poema de Pablo Neruda, que presumo puede aportar a una vasta reflexión: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas». Estas palabras me llevan a pensar en la necesidad de ese encuentro con nosotros mismos, con esas preguntas que podemos hacernos a fin de un mayor conocimiento de nuestra persona: ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Quién creo que los demás creen que soy? Podemos inventarnos varias respuestas, lo que sí no caben dudas es que somos un fiel reflejo de nuestro mundo interior. Dependiendo de cómo éste se encuentre será lo que de nosotros se percibirá.
A ese ser interior podemos otorgarle el permiso para que se manifieste, ver lo que tiene para mostrarnos o escuchar lo que tenga para decirnos, haciéndolo con suma atención y cuidado como cuando nos encontramos con un entrañable amigo. O tal vez, elijamos no hacerlo por temor a ver o escuchar cosas que no nos agraden, que nos pongan tristes o nos angustien. Lo importante es tener para con él -que es en definitiva hacia nosotros mismos- toda la paciencia, compasión y amorosidad que en mas de una oportunidad nos hacen tanta falta y que por diversas razones no solemos brindarnos. Se me ocurre, ante esta realidad, realizar otra pregunta: ¿qué creo que sucedería al momento de tomar contacto con la totalidad de lo que voy siendo?
Queda claro que aunque intentemos disfrazar, maquillar u ocultar lo que nos sucede, no podremos hacerlo por mucho tiempo. Si no estamos habituados a tomar este contacto, habrá comportamientos y actitudes propias que seguramente nos tomarán de sorpresa, como ser determinadas reacciones, pensamientos o emociones. Nos preguntaremos ¿cómo puedo yo tener estos pensamientos?, ¿cómo llegué a reaccionar de esta manera? o ¿cómo pude abrigar tal sentimiento hacia esa persona? Desde ya que puede existir desconocimiento o negación de ciertos aspectos de la propia personalidad o hasta haya casos en los cuales otros se den cuenta antes que nosotros de cuestiones relacionadas con la misma; y esto se debe a que, tarde o temprano, nuestra esencia se refleja tal como va siendo. Podemos dar crédito de esto cuando la manera de pensar surge con tan solo escuchar atentamente a alguien; recuerdo siempre aquello que sugiere que si se quiere conocer a una persona, sólo basta con escuchar como habla de otras, ya que al hacerlo estará expresando más de sí que de los demás.
Esto se da cuando por ejemplo, jura no hablar mal de nadie o no discriminar pero en su conversar se comprueba todo lo contrario. Tengamos en cuenta que lo que sentimos se ve reflejado en nuestras palabras, en las ideas que transmitimos y fundamentalmente, en la forma en que lo hacemos.
Por otro lado, las acciones que realizamos llevan implícitas nuestro particular sello, en ellas demostramos mucho de nosotros. Nuestros actos van definiendo quienes vamos siendo, ya sea demostrando capacidades, talentos, intereses y prioridades, o a la hora de actuar consigo mismo y con los demás.
También se encuentran las emociones como reflejo de nuestros ser interior y la corporalidad como su acompañante. No seremos iguales si nos mantenemos mayormente alegres, optimistas, entusiastas, que si estamos melancólicos, tristes o enojados. Lo propio sucederá con nuestros sentimientos, observemos si somos seres amorosos, compasivos y tolerantes o si actuamos desde el odio, el resentimiento o la venganza.
En definitiva, descubrimos que en nuestra totalidad somos una carta de presentación.
Siendo consientes de todo esto, les dejo estas preguntas: ¿quién decido ser a partir de ahora? ¿Quiero continuar siendo como soy o decido realizar cambios que me beneficien? ¿Sobre qué áreas de mi persona necesito trabajar para mejorar?
El desafío que nos queda por delante es lograr construir de nosotros alguien acorde a quienes decidimos ser; priorizando siempre nuestras necesidades, haciéndolo por convicción propia y no por mandato externo.
Al unir los conceptos de autoestima y aceptación, demuestro la importancia que tiene una sobre la otra. Si no logro reconocer mi vida tal como fue siendo hasta este presente, si me resulta difícil aceptar mi imagen exterior y el paso de los años, si no reconozco y admito mis errores, equivocaciones o defectos ni puedo perdonar ni reconciliarme conmigo, no podré luego pretender conectar con la posibilidad de elegir una mejor forma de vida. Si pretendo un cambio que sea autentico y duradero, si quiero algo diferente y mejor para mí es porque previamente pude considerarme merecedor/a de todo lo positivo que puedo construir de aquí en más; teniendo en cuenta que ese impulso debe provenir de mi interior y no del exterior.
Es muy poderoso reconocer como nos vemos, como nos tratamos y que sentimos hacia nuestra propia persona. Es sabido que no todos se aceptan y se aman. Existen quienes por diversas razones se consideran seres sin valor e indignos de ser amados. Cabe mencionar aquí las consecuencias de verse atrapados por juicios adversos, heridas del pasado o sentimientos de culpa; no pudiendo superar incluso reproches y críticas recibidas de personas criterio que solo tenían que brindar seguridad y afecto. Hechos de estas características van marcando al individuo en la construcción de su yo desde muy temprana edad, pudiendo hacer de sí, un ser inseguro, con muy baja autoestima y poco afecto a su persona. Todo ser humano necesita sentirse aceptado, reconocido y valorado por otros. Su existencia cobra sentido en buena parte por este hecho. Cuando esto no sucede, puede surgir la necesidad de recurrir a profesionales que acompañen en un proceso de sanación brindando responsablemente su tiempo, atención y cuidado a todo aquel que requiera de su servicios.
Ante lo expresado, los invito a ser creadores de una atmosfera de amor y cuidado hacia sí mismo. ¿Saben por qué?, porque simplemente lo merecen…