Los vínculos, nuestro preciado tesoro
Los lazos, los vínculos, las relaciones, o como más guste llamarlas, son esas construcciones que nos unen a otros. Sólo los que son parte de la misma pueden indicar bajo qué parámetros la viven y la sostienen a través del tiempo. No hay maneras únicas de transitarlas, sí mejores, siempre y cuando creen bienestar a las partes. Los rótulos, los debería ser, la mirada y la opinión ajena no cuentan, no tendría por que contar. Lo fundamental es que «eso» que une sea vivenciado desde la amorosidad, el acompañamiento, el estar y permanecer.
Conocerse, reconocerse, valorarse son esas cualidades que siempre tendrían que estar presentes entre esas personas que un día se eligieron. Desde la incondicionalidad que no pide, que se brinda y agradece. Cuando lo que se siente y se expresa está basado en la libertad de hacerlo.
Por eso cuando esos seres aparecen ante los propios ojos, vale la inmensa gratitud. Ese saber que el tiempo, que las posibles distancias, que los inexorables cambios en la vida de las partes no alterarán aquello que se concibe extraordinario.
Esa conexión de las almas, del más puro amor, de lo ligado a lo trascendente vale sentirlo, vale vivenciarlo. Es un privilegio no ausente de emociones que pueden conectar con la nostalgia ante las distancias físicas, la tristeza ante las ausencias pasajeras, el extrañar ante los tiempos de silencio.
En definitiva, como siempre sale el sol aunque no se lo vea, llegará ese bendito día donde el reencuentro será posible, donde esas almas se reconocerán, se regocijarán y volverán juntas a brillar…