Balance de Fin de Año
Al finalizar cada año, para algunas personas, existe una especial necesidad de realizar un balance de lo acontecido en los últimos 12 meses. Para otras, es algo que simplemente sucede en medio de las emociones emergentes cuando se acercan fechas como Navidad y Año Nuevo. Otras tantas, pasan este período sin más.
Al finalizar cada año, para algunas personas, existe una especial necesidad de realizar un balance de lo acontecido en los últimos 12 meses. Para otras, es algo que simplemente sucede en medio de las emociones emergentes cuando se acercan fechas como Navidad y Año Nuevo. Otras tantas, pasan este período sin más. Como en todo, cada ser humano, elige.
Para quienes optan por realizar un balance, éste representa echar una mirada a lo acontecido en el año que termina, una particular mirada teñida por lo que se siente al momento de hacerlo. Recordar los buenos momentos, los imponderables, lo que dejó huella, lo que se proyectó y no se concretó, lo que quedó trunco definitivamente, las decisiones y elecciones que se hicieron, las pérdidas que afectaron, los logros producto del propio hacer, y tanto, pero tanto más. Todo esto, como lo expresé, en un marco emocional determinado, en el que la sensibilidad suele estar a flor de piel, las ausencias se sienten aún más, donde existe el mandato social de celebrar y en el que por incapacidad de saber cómo hacerlo no todos escuchan sus propias necesidades para actuar en consecuencia. Sin dejar de mencionar, por supuesto, a quienes eligen el consumo (en cualquiera de sus formas) como manera de evadir una realidad que los aflige, o al menos, los incomoda.
Realizar un balance eficaz al finalizar cada año representa una acción saludable a nivel mental y espiritual. Cuando me refiero a realizarlo de manera eficaz me refiero a que se haga valorizando todo lo transitado: cada experiencia vivida, incluso aceptando aquellas que se percibieron como negativas, dolorosas o erradas. Por otro lado, poder observar sin juicios de valor lo que se realizó de lo proyectado en un inicio, aquello que se concretó producto del hacer y aquello que no resultó como se esperaba. Esto último es motivo también de aprendizaje a la hora de proyectar el nuevo año. ¿Qué puedo hacer de diferente la próxima vez? ¿Qué no habré visto como posibilidad para actuar distinto? ¿Qué elijo modificar de mi conducta para obtener resultados que me acerquen de aquí en más a mis propósitos? Se trata, ni más ni menos, que de sentirse protagonista responsable de lo que se realiza, de lo que termina no ocurriendo como se desea y de lo que se visualiza como posibilidad para lo que vendrá. En definitiva, correrse del reiterado rol de víctima para comenzar a liderar la propia vida. Un liderazgo que no significa que todo resultará como se proyecta sino el hacerse cargo de elegir y decidir que actitud tomar ante el aquí y ahora de cada situación, incluso de las adversas.
Como seres humanos somos seres emocionales, pero también seres que nos vamos constituyendo en la acción, nada de lo que proyectamos se da espontáneamente y sin nuestra intervención, somos artífices de nuestra vida; incluso, como ya lo manifesté, de elegir como atravesar lo que se nos impone. Aceptar lo que nos sucede ante lo que está presente, reconocernos en nuestras emociones, sentimientos y estados de ánimo, conectar sabiamente con nuestro Ser grande sin verse obligado a sentir de determinada manera. Ser y sentirse libres de atravesar estas fechas como se decide hacerlo es un logro mayúsculo y una eficaz manera de estar en paz consigo mismo.