Escuchar nuestro ser interior

La capacidad de escucharse parte de la práctica del silencio interno y la búsqueda de un silencio externo que acompañe. Esa posibilidad de encontrarse con los propios pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones; con lo ya transcurrido y con lo presente. Sea que se esté feliz o se esté triste la manifestación interna que se manifiesta ante la quietud es de un aprendizaje muy profundo y apoya a un redescubrimiento intenso.
En lo recondito del alma existe mucho para ser comunicado, mucho que está latente, tantas veces tapado por la vorágine de la vida o las preocupaciones, o simplemente por el temor de lo que tenga para decirnos.
Conectar con esa sabiduría interna se vuelve necesario, muchas veces imprescindible. Un viaje interno que lleva adonde anida ese que se va siendo, con sus luces y sus sombras, con la historia vivida, transitada, con lo ya aprendido pero también con las expectativas de lo que se desea, con la incertidumbre de lo que puede venir, con las decisiones que no se toman, con los temores, con los sueños, con el agotamiento ante lo que ya no se quiere más… Y en ese transcurrir puede aparecer una sonrisa o tal vez una lagrima… Las escenas de la vida transcurren, los recuerdos están ahí, se añoran otros tiempos… También se conecta este aquí y ahora presente o con el futuro, con lo que se desea, con lo que se cree necesitar para lograr el ansiado estado de bienestar…
Y el alma se reconforta y agradece por ser reconocida y escuchada, respondiendo con una sensación placentera de paz porque más allá de todo se comprueba que los pensamientos, sensaciones y emociones no son más que el producto de la interpretación que se va haciendo del mundo que se construye… Que la vida puede cambiar cuando se la comienza a observar de otra manera, que aceptando lo que es se puede elegir como se la transita, que todo dolor puede transformarse en amor y que conectar con la parte sensible lleva a que el propio existir se transforme en la mejor creación…

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