La dinámica de los vínculos
Con cada persona que nos relacionamos a nivel amistad, familiar, laboral e incluso con los que llamamos simplemente conocidos, construimos un vínculo de mayor o menor cercanía. Cada uno de esos lazos tienen sus propias particularidades, visto está que no vamos siendo los mismos con todas las personas. Cada uno posee su propia dinámica, su manera de comunicación, de expresión, de hacerse presente y visible. Teniendo en cuenta también, entre tantas otras cuestiones, el momento vital de inicio de esa relación, y qué fue lo que provocó ese acercamiento.
A lo largo de la vida vamos experimentando que no hay maneras únicas de relacionarnos. Ni con todos los amigos, ni con todos los conocidos, ni con todos los compañeros de trabajo ni incluso con todos los familiares nos relacionamos igual. Cada relación en su unicidad nos va mostrando distintas facetas nuestras.
Ese ida y vuelta de cada relación nos ofrece lo que las partes estamos dispuestas a brindarnos de la manera en que sintamos que podemos hacerlo. Sin duda alguna, las mejores son las que van fluyendo naturalmente, sin necesidad de forzar nada. Eso implica sin duda alguna, un camino de aceptación y un conocimiento bastante profundo de la manera de ir siendo de las partes; sin pretender cambiar al otro y sintiendo que como se da, es de la mejor manera que puede suceder. En definitiva, comprender como es nuestra forma de ir construyendo lo que nos une, eso tan único entre dos personas. Ante todo, vale la confianza y un sincero afecto. Sabiendo por otro lado, que esa presencia en la vida de cada uno no siempre tiene que ver con la cercanía física, con el estar permanentemente en contacto o con el confiarse absolutamente todo, en todo momento. Puede no ser necesariamente así, y no por eso ser menos valioso. Hay personas que viviendo lejos se hacen presente de otras maneras teniendo de aliada la tecnología actual con sus variados medios de comunicación. O personas que estando cerca, mantienen un tipo de relación de no tanta frecuencia pero sabiendo de cualquier manera que cuando se las necesitan, estarán disponibles.
También existen casos de no verse o dejar de comunicarse por meses, o incluso años, pero ante el reencuentro es como si el tiempo no hubiera pasado. O con quienes son pocos pero intensos los instantes compartidos. Allí entra a jugar esa consideración especial que se conserva por determinadas personas, algo que puede señalarse como una suerte de debilidad que generan. En otros tantos casos, se conserva un recuerdo vívido de los momentos juntos, o quizás de una efectiva comunicación virtual sostenida a lo largo del tiempo. Sin dejar de mencionar por otra parte, esa suerte de idealización que puede provocar la distancia.
Tengamos en cuenta que una escucha atenta, una palabra apropiada, una demostración de cariño ante las complejidades de la vida puede darse con quien se tiene al lado, o con quien está a kilómetros. Lo mismo que el compartir las buenas nuevas.
Las preguntas que nos caben a cada uno, con sus sinceras respuestas podrían ser: ¿contribuye a mi bienestar esta relación?, ¿es un vínculo que saca de mí lo mejor?, ¿me relaciono de manera positiva, aprendiendo de mí en el espejo de ese otro?
Vuelvo a la idea primaria, a las dinámicas de los vínculos. A las cuestiones que expresamos y callamos ante algunos, y decimos ante otros. A la menor confianza depositada en algunos casos, o el mostrarnos tal cual vamos siendo en otros, sin el temor a sentirnos juzgados. A lo libres que nos sentimos ante algunos, o condicionados ante otros. A los temas que unen en algunos casos y los que nos separan, en otros. Ni bien, ni mal, lo importante siempre es desde que espacio interior nos relacionamos. Mientras sea desde un lugar que consideremos genuino, amoroso y con el respeto que merecemos, bien valdrá tener esas personas en nuestra vida, y que ellas nos tengan en la suya.