REDESCUBRIENDO EL PROPIO POTENCIAL
Estamos siendo todos protagonistas de un tiempo único, impensado, sumamente movilizador, pero también revelador. Un tiempo transitado fuertemente por la pausa, la incertidumbre y la reinvención. Ha sido, y sigue siendo una posibilidad para quien así llegue a observarla, una oportunidad de iluminación ante un escenario sombrío que se nos impuso sin pedirnos permiso.
Mucho se vio modificado en un abrir y cerrar de ojos. En un muy corto lapso de tiempo todo cambió, desde las cosas simples de cada día a lo que puede decirse, más complejo. En un inicio mencioné el término pausa, eso es lo que ocurrió en un comienzo, el mundo entero entró en pausa, un escenario imprevisto ante los propios ojos; salvo los llamados trabajadores esenciales, todos obligados a estar dentro de nuestras casas e incluso desde allí continuar con nuestras tareas, momento de quietud externa pero también de oportunidad interna, de observar casi sin comprender lo que estaba sucediendo, demasiada información cotidiana desde los medios masivos de comunicación intentando explicar de qué se trataba esto de hacer frente y atravesar una pandemia.
Ser protagonistas y testigos de diversos escenarios, los propios y los ajenos, dependiendo incluso donde a cada uno le tocó estar en aquellos primeros meses. Personas que estando lejos de sus hogares, en otras ciudades, e inclusos países, tomaron contacto con sensaciones quizás nunca antes sentidas, teniendo que enfrentar sin más cientos de interrogantes y temores. Familias, afectos entrañables que quedaron separados por largos meses, sin certeza de cuando se reencontrarían. Temor al contagio. Saber que de enfermarse tocaría pasar aislado y en soledad. Imposibilidad de despedir a los afectos que partieron, profundizando así el dolor. Absolutamente todo altamente desafiante para el alma humana. Otro de los grandes cambios han sido las maneras de llevar adelante el área laboral, con necesidad de reinventarse a fin de poder conservarlos y adecuarse al nuevo tiempo, la pérdida de los mismos para otros tantos millones de personas en todo el mundo, el cierre de negocios, pequeñas y medianas empresas, las escuelas cerradas teniéndose que adecuar a nuevas maneras para continuar el estudio a distancia para niños y jóvenes, incidiendo fuertemente en docentes, alumnos e incluso en los padres que tuvieron que acompañar ese proceso en sus hijos. Los adultos mayores, que por ser uno de los grupos de mayor riesgo se vieron en muchos casos sin poder ver a sus seres queridos, padeciendo aún más la soledad y sus consecuencias. La manera de vincularnos se modificó, las convivencias de pusieron a prueba, los vínculos en algunos casos se vieron dañados, y en otros, se fortalecieron. Pedidos de aislamiento en un inicio, distanciamiento después, tener que evitar encuentros y la muy humana y necesaria socialización, imposibilidad para trasladarse, para viajar. Fue entonces como las redes sociales y la tecnología cobraron aún más protagonismo del que ya han venido teniendo, acompañando a millones de seres humanos, posibilitando la comunicación y de esa manera poder sentirse más cercanos, menos solos. En definitiva, el mundo del ser, del hacer y del sentir se vio sacudido, con consecuencias que pueden ser vistas en lo inmediato pero también con graves consecuencias a futuro para la salud mental, emocional y espiritual. Sin obviar por supuesto, las consecuencias en la salud física, en lo económico y laboral.
La incertidumbre, esa tan propia de nuestra condición pero mayormente en el subconsciente, sin más se nos hizo consciente. Hoy, más que nunca, podemos comprobar que nada está bajo nuestro control, salvo una cosa, la elección de como transitar las situaciones. Y ahí es donde la resiliencia toma protagonismo como capacidad para salir fortalecido y convertirse si se quiere en inspiración para muchos otros, unida claro a un entrenamiento constante de la aceptación, la paciencia y la templanza ante todo aquello que no está en nosotros poder cambiar, pero sí lograr, gracias a un proceso introspectivo, una manera más personal y adecuada de atravesar esta experiencia.
Si existe algo positivo que nos va dejando esta vivencia, y que sería apropiado elegir continuar por ese camino, es concentrar nuestra energía en aquello único con lo que contamos: el aquí y ahora, ese presente del cual tantas veces nuestra mente escapa, yéndose sin más al pasado creando melancolía o al futuro, favoreciendo la ansiedad. El aquí y ahora, momento único para sentir, elegir, decidir y actuar.
Es éste un tiempo para una íntima comunión consigo mismo, para redescubrirse en un renovado despertar de conciencia. Sin necesidad de realizar juicios de valor sobre la propia persona y la particular manera en que se transitó la vida hasta este presente, que pueden detener el proceso creador para un necesario cambio. Un tiempo que puede ser utilizado también como oportunidad para replantearse el tipo de vida que se desea de aquí en más, que caminos ya no se quieren volver a transitar, darse cuenta qué experiencias cumplieron ya su cometido, qué quiero desde este presente, en quien tengo que convertirme para ser capaz de vivirlo y conque me comprometo para hacerlo posible.
Suele decirse que toda crisis puede ser sentida y vivida como una oportunidad, estamos ante una de ellas a las que nadie fue ni es ajeno. Quien pueda ir adecuándose a estos cambios, a quien elija transitar este tiempo con una mirada renovada, atravesando el sinfín de emociones presentes, haciéndose cargo de la parte que le toca en la propia transformación y pidiendo ayuda cuando sienta que solo no puede, será quien finalmente podrá pasar a la siguiente etapa con visión renovada de sí, de los otros y del mundo en general, dejando de resistir lo que ya no es y fluyendo con lo que va siendo.