Un vínculo llamado Amistad

Amistad, más que nada y por sobre todo, un vínculo afectivo entrañable y necesario en la vida de todo ser humano. Vínculo mágico que nos habla de fraternidad, de lazo construido y fortalecido a través del tiempo y en medio de variadas circunstancias.
Amistad, presencia amorosa que ilumina instantes sombríos, que acompaña momentos desafiantes, que celebra los logros y se regocija ante las buenas nuevas.
Amistad, que se revaloriza según pasan los años, que busca y encuentra regocijo en el compartir, no libre de obstáculos propios de toda relación pero que sin embargo logra sortear las muy humanas diferencias.
Amistad, palabra justa en el momento adecuado, mano tendida que sostiene en las adversidades, mirada piadosa que comprende y nunca juzga.
Amistad, charlas donde el tiempo se detiene, confidencias donde el corazón se expresa en voz alta sin temor a ser traicionado, intensas risas compartidas en momentos de felicidad, lágrimas que encuentran consuelo en apretados abrazos.
Amistad, estado de comunión, reconocimiento a ese otro cuya existencia marca una diferencia en la propia vida.
Amistad, seres con los que siempre contar, un estar y permanecer más allá de las pasajeras circunstancias. Hermandad elegida que logra trascender el tiempo e incluso la distancia.
Amistad, antídoto contra la soledad, atenta a cada palabra, nunca invasiva y respetuosa de cada silencio. Comunión humana, imprescindible ante los vaivenes de la existencia, presente en los momentos de intensa felicidad y en aquellos donde los avatares toman protagonismo.
Amistad, reconocimiento y valoración a la presencia de ese otro. Inmensa gratitud por su existencia. Lazo amoroso, caricia imprescindible al alma cuando más hace falta, un corazón siempre disponible.
Amistad, una bendición transitarla, vivirla, sentirla…

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