JUVENTUD, ESE DIVINO TESORO

Cada etapa de la vida es percibida con sus propias características, esas que la van distinguiendo. La juventud es vista como la de la plena energía física, la de la fuerza arrolladora que va por todo, la de los ideales, la del descubrir la vocación, la de la búsqueda de independencia y del camino que se desea transitar, todo esto y más con la particular mirada de tener todo el futuro por delante.
De todas maneras sabemos que como todo en nuestra existencia, esta serie de creencias son relativas, que no existe una línea recta que demarque que estas características se den en la totalidad de los casos, y ni siquiera que todos los jóvenes busquen transitar por las mismas experiencias. Hay que tener en cuenta por supuesto la manera de ser de cada uno, el contexto en el que vive, su historia previa, la realidad social ante la que puede sentirse incluido o excluido. Existen, sabemos, vidas jóvenes donde el dolor, las adicciones, la marginalidad se hacen muy presentes, y si bien hay casos resilientes que logran salir adelante incluso de lo más adverso, hay quienes no lo logran.
Por otro lado tengamos en cuenta que las sociedades han ido imponiendo a lo largo del tiempo el concepto de la juventud como un valor en sí mismo. De ahí la idea de conservar a toda costa la “juventud eterna”, con el alto costo que implica para muchas personas la aceptación del paso inexorable del propio tiempo, de los cambios físicos, de aquellas cosas a las que hay que ir renunciando porque cumplieron su momento. Se deja muchas veces de lado la importancia que sí trae la madurez y la experiencia adquirida, y los valores que van marcando a cada ser humano.
Volviendo a la juventud propiamente dicha, se trata de esa etapa vital que le sigue a la adolescencia y previa a la madurez. La etapa de las primeras realizaciones que van marcando el rumbo de una vida, donde en líneas generales se hace mayor hincapie en la elección de una carrera, la búsqueda laboral, el crecimiento profesional, la independencia económica, la consolidación de su rol social como así también para algunos otros es el momento de la conformación de pareja y la propia familia. Y expreso que esto puede darse “en líneas generales” porque sabemos que los tiempos fueron cambiando, que las inquietudes de los jóvenes no son las mismas para todos, que existe las individualidades donde cada uno puede prestar atención a sus propias necesidades internas, respetándolas y dándose sus tiempos para concretarlas. Y porque si así no lo hiciera, y solo se llevara por condicionantes externos, ingresaría en un dejarse llevar tipo rebaño, incluso frustandose por no cumplir con requerimientos impuestos por otros.
Cada juventud en su época. No es la misma la de quienes hoy nos encontramos en la madurez que por quienes la viven en este presente. Las prioridades de los jóvenes de ayer no son las mismas que la de los jóvenes de hoy. La manera de buscar nuevas oportunidades, tampoco. El mundo cambió, viejos paradigmas dieron paso a nuevas creencias que se fueron imponiendo. Ni bien, ni mal. Existen otras miradas, afortunadamente en algunos aspectos más abiertas, más tolerantes, más inclusivas, pero también existen otras con mayores riesgos, esos que por ser jóvenes posiblemente no se perciben como tales.
Juventud, sin existir una única ni mejor manera de vivirla. Etapa plena de experiencias, de nutrirse de cada una de ellas. Juventud, ese divino tesoro del cual muchos guardan nostalgia. Juventud, siempre un desafío que no es más que en cualquier etapa del ser humano. Juventud, determinada cantidad de años en una vida. Juventud, un aprendizaje no exento de pruebas y pesares, pero que para quienes ya la pasaron, siempre guarda el dulce recuerdo de tener toda la fuerza para salir adelante ante cualquier vicisitud. Juventud, esa etapa de la vida donde se cree que todo es posible, y que si hoy no sucede lo esperado, habrá seguramente un mañana para verlo concretado…

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