Qué nos pasa con lo que sucede

Esta pregunta sin duda alguna tiene tantas respuestas como seres humanos somos. Esa particular mirada sobre los hechos, esa lectura tan nuestra que hacemos sobre lo que sucede, marca la diferencia entre unos y otros, incluso en la calidad de nuestra vida cuando lo que está pasando es complejo.

Poder reconocernos en lo que pensamos y sentimos, en como actuamos y reaccionamos es ante todo una forma más de conocernos a nosotros mismos, de descubrir incluso cuestiones de sí que no habían visto la luz hasta entonces.

Nada resulta simple ante instancias que ponen en juego emociones, sentimientos, ante vivencias que nos movilizan de pies a cabeza, ante situaciones que cuesta aceptar, que se consideran que superan la propia capacidad de resistencia.

Esa manera tan propia tiene sin duda alguna que ver con la propia vida, con la forma de internalizar experiencias pasadas, con creencias, con la autoestima, con maneras de ser que se fueron construyendo al paso del tiempo. Tomar conciencia de esto no es un dato menor, este darse cuenta que como interpretamos lo que sucede y como lo llevamos adelante tiene que ver con todo eso citado es sumamente valioso. De igual manera saber que podemos modificar nuestra mirada y que al hacerlo estaremos actuando a nuestro favor.

Cabe tener en cuenta por otra parte que tenemos conocimiento de que existe la llamada memoria emotiva, esa que nos trae al presente, de manera consciente o inconsciente, las mismas sensaciones de lo sentido ante hechos que observamos similares a otros que nos afectaron, que nos provocaron dolor, que nos hicieron daño. Una suerte de alerta interna que parece pedirnos no pasar por lo mismo; o al menos no hacerlo de igual manera.

Cuando una situación nos sacude entra a jugar la totalidad de nuestro Ser: el lenguaje, las emociones y por supuesto, también lo corporal. Todo nosotros se expresa y lo hace de mil maneras. Desde pensamientos que aturden la mente, emociones que acompañan de manera negativa ese decir interno, y el cuerpo que termina enfermando como resultado de esa profunda movilización interna.

Los hechos muchas veces no se pueden modificar, se nos imponen, lo que sí depende de nosotros es la manera en que podemos pararnos ante ellos. Es esa nuestra libertad, ese poder elegir, decidir el cómo. No resulta tarea simple porque entra a jugar la totalidad de quienes vamos siendo, como ya lo expresé.

Reconocernos en eso que nos pasa de manera integral, aceptando lo que nos genera sin necesidad de emitir juicios de valor sobre nuestra propia persona, no intentar generar pensamientos mágicos que barran en un instante toda sensación de mal estar.

Es este un proceso de alto desafío, una tarea de aceptación, de entrenar posturas propias que quizás hasta entonces no se habían tenido en cuenta, tal como la tolerancia y la paciencia. Así también cuenta poder aceptar esos otros momentos en los que todo supera y las propias fuerzas parecen desfallecer. Ni bien ni mal, es lo que es. Ni somos mejores, ni somos peores por pensar y sentir lo que pensamos y sentimos tantas veces. Somos seres humanos, no somos robot. Existe una historia que nos acompaña, existe una manera de ir siendo sostenida hasta hoy. Existen miedos, dudas, incertidumbre. No todos canalizan de la misma manera lo que sucede, lo importante es tomar valientemente contacto con nuestro Ser grande ante lo que es, no esquivar la posibilidad.

Sólo desde la aceptación, el amor a sí mismo, el abrazarnos en la totalidad de quienes vamos siendo y el pedir ayuda cuando consideramos que solos no podemos, es la puerta hacia un camino más transitable ante los infortunios.

Y saber que más temprano que tarde, todo en la vida son momentos, etapas, y todo finaliza para dar inicio a algo nuevo….

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