Tiempos de abrir nuevos caminos

Todos, en mayor o menor medida, somos conscientes del tiempo tan particular que estamos atravesando en el mundo, una etapa de alta vulnerabilidad. Todos, de una manera u otra, vimos alterarse nuestra vida. Todos, inexorablemente, nos sentimos sacudidos ante una realidad impensada hasta el mismo instante previo a que comenzara esta imprevista pandemia. Toda posible certeza dejó de ser tal haciéndonos visible aquello que siempre habitó en nuestro inconsciente: la incertidumbre ante la propia existencia. Esa misma incertidumbre que da por tierra cualquier previsibilidad, corriéndonos de la falsa idea de tener todo bajo control.

Una realidad que nos encontró de manera diferente a cada uno – o también similar en algunos aspectos – atravesando situaciones familiares, laborales, económicas, sociales o afectivas muy diversas. Hay a quienes les tocó iniciar este proceso lejos de su hogar, de sus afectos, a otros tantos teniendo que probar una convivencia de 24 horas los 7 días de cada semana, por meses. Por supuesto que se encuentran aquellos que por su tarea, fueron y siguen siendo los grandes héroes, entregando su tiempo en pos de salvar vidas. En definitiva, variados escenarios alrededor del mundo, algunos muy dolorosos donde la enfermedad y la muerte se hacen presentes, otros muy preocupantes donde la economía y el trabajo se ven amenazados, donde el futuro se observa sombrío; tanto en unos como en otros, las emociones se hacen presentes jugando en contra, provocando mayor desazón y alejando la posibilidad de lograr cierto equilibrio necesario para encontrar alternativas superadoras.

Están quienes a pesar de todo esto, y sin escapar a la realidad imperante, se hacen tiempo para reinventarse, sobrellevando su situación más creativamente, aprendiendo maneras nuevas de hacer sus actividades, adecuándose a los tiempos de un mundo que ya no volverá a ser como se conocía. E incluso, siendo inspiración para muchos otros que en las mismas condiciones pueden dejarse abatir, de no contar con esos seres convertidos en faros que iluminan su camino ayudando a que logren ver que siempre, y mas allá de cualquier vicisitud, existen opciones para salir adelante.

Está claro entonces que a todos nos fue modificado el día a día, sin aviso ni preparación previa. Si no es en primera persona, sí se conoce casos de quienes están atravesando esta experiencia de una manera sumamente apremiante, muy compleja, y tal vez también, en soledad.

Ante éste como ante cualquier otro imponderable nos cabe reflexionar sobre como, de que manera u otra, los seres humanos nos necesitamos, siendo sostén emocional y afectivo. En instancias como estas podemos elegir reconocernos más en nuestra condición humana, en lo incierto, en lo vulnerable, situaciones que nos igualan más allá de las situaciones previas en las que nos hayamos encontrado cuando este nuevo escenario mundial se hizo presente en nuestras vidas. Lo seguro dejó de ser y ante eso nos vemos obligados a un replanteo general de nuestra existencia; ni mas ni menos que elegir como vivir nuestra vida de aquí en más, las prioridades, los vínculos, la revalorización de los detalles cotidianos, observarnos en profundidad , sacando de nosotros, lo mejor.

Hoy, pasado el tiempo desde el inicio de esta situación, una parte del mundo se encuentra ante una enigmática “nueva normalidad” con un distanciamiento humano complicado de aceptar, mientras que la otra parte, atravesamos aún un incierto tiempo de aislamiento. Tanto en una como en otra, cada habitante introyectando lo que está sucediendo como puede o como encuentra que puede hacerlo. Descubriendo de sí y de los que lo rodean maneras de ser y estar tal vez desconocidas ante lo imprevisible. En general, deseando que las cosas vuelvan a ser como eran, o tal vez, más sabiamente, deseando que sean humanamente mejores ante tamaña experiencia global.

Sin duda alguna es un tiempo de profundo aprendizaje, de verse reflejado en el espejo del otro, de redescubrirse a sí mismo, de enfrentarse a los miedos, a nuevos interrogantes, a replantearse la manera de entender la propia vida. Tiempo de tender una mano, de escuchar abierta y empáticamente a otros, de ser conscientes de nuestros miedos más escondidos, de amoldarnos sin más a un nuevo escenario general, sabiendo que mucho de lo que era ya no será como lo conocimos.

Y ante este aprendizaje está por supuesto la oportunidad que nos deja toda crisis, una oportunidad que no siempre se ve a simple vista, sino luego de poder aceptar lo que es, sin necesidad de seguir resistiendo aquello que se nos impone. Y ese aprender nos ofrece también la posibilidad de abrir nuevos caminos, aquellos que tal vez nunca antes fueron antes transitados, de tender puentes que unan en vez de muros que separen, trascendiendo desde lo emocional y lo afectivo las fronteras de nuestra propia mente para desplegar acciones que dejen huella en el alma de otros tras nuestro paso por sus vidas.

Leave a comment